(Myiopsitta
monachus)
Aunque ya
hace más de dos décadas que se conoce la existencia de la cotorra argentina en
libertad en algunas ciudades de la Península Ibérica, ha sido precisamente en
estos últimos veinte años cuando ha experimentado una mayor expansión, siendo
cada año que pasa más abundante.
Pertenece a
la familia de las psittacidae, y su distribución original no es exclusivamente
Argentina, como su nombre indica. También está distribuida por Brasil,
Paraguay, Uruguay y por varios países de
Sudamérica. En la actualidad su distribución parece ser que se ha ampliado por
América del Norte y otros países del sur de Europa a parte de España.
Las causas
de tan amplia y rápida conquista de nuevos territorios de esta psittacida, no
han sido por méritos propios, sino que ha sido llevada a cabo de la mano del
hombre. Importada años atrás como animal de compañía, pasó de su estado cautivo
a la libertad. En unas ocasiones de forma accidental, al escapar de sus jaulas y en otras de forma deliberada, al no querer
sus dueños hacerse cargo de ellas.
Posiblemente pocos podrían pensar que este ave con aspecto tropical
pudiera llegar a tener el éxito que ha tenido en su nuevo medio. Pero una vez
en libertad y con el número suficiente para crear unas pocas parejas el aumento
de esta especie es imparable, pues cuenta con todos los elementos necesarios
para reproducirse con éxito, en un medio sin predadores y un clima templado al
que se ha adaptado sin ningún problema.
Otro factor importante de su éxito es su facilidad para adaptarse a
cualquier alimento vegetal, pues como explicaba en una entrada anterior "En la base de la pirámide ecológica
urbana" dedicada a
los recursos que la ciudad ofrecía a la fauna, no hay una sola planta que no
sucumba a su pico, pues aprovecha hojas, frutos, brotes tiernos y semillas en
cualquier estado de maduración.
Si en cautividad su alimentación está basada en semillas y granos, con
algún aporte de frutas y verduras, en su nuevo hábitat es capaz de comer casi
cualquier cosa, siendo habitual ver como yemas, brotes, hojas y frutos de árboles o arbustos entran a formar parte de
su dieta quedando totalmente desfoliados.
Hay quien asegura que incluso nidadas de pequeños pájaros forman parte de su
dieta, aunque yo no he observado nunca este comportamiento, se podría esperar
cualquier cosa de este ave tan oportunista.
No solo su adaptación a la alimentación y al clima templado han
contribuido a su éxito, también su longevidad, en cautividad puede superar
ampliamente los 20 años, en su medio natural es de suponer que estos años se
reducirán algo, pero en sus nuevos medios, sin predadores, puede ser que su
vida se aproxime a la que goza en cautividad. He de suponer que tal longevidad
dotará a las parejas de una capacidad reproductiva durante muchos años, que
junto con el hecho de ser capaces de poner en cada puesta un máximo de 8 huevos
e incluso hay quien asegura que pude llegar a los 11 huevos, además de realizar varias puestas consecutivas a lo
largo del periodo reproductor, nos hace pensar que estamos ante un ave
invasora, un tanto peligrosa capaz de competir en alimento, espacio e incluso
podría estar depredando sobre pequeñas aves autóctonas.
Sus nidos son estructuras de ramas entrelazadas pudiendo formar
colonias de varios nidos en un mismo árbol y en los árboles cercanos. Estos
nidos llegan a adquirir grandes dimensiones, dependiendo del número de parejas
que lo formen, pues tienen el hábito de formar nidos comunitarios con varias
entradas para cada una de las parejas que lo componen. En la imagen los nidos
están construidos sobre un plátano y en la imagen anterior sobre una
palmera.
Hasta en los estrechos cipreses forman sus enormes plataformas.
Una vez que una pareja ha ubicado su nido es cuestión de tiempo que
las nuevas parejas consolidadas se les unan para formar sus colonias formando
nuevos nidos o ampliando los ya construidos por las parejas anteriores,
aportando intensamente más ramas.
Viendo esta imagen uno podría pensar que esta en algún lugar de
Sudamérica, pero lo cierto es que cada vez es más frecuente el observar un gran
número de estas aves en nuestros parques.
Quizás al
ver el gran número de aves foráneas que están invadiendo nuestro territorio,
nos haga recapacitar en las consecuencias que lleva el importar especies para
usarlas como mascotas, sin ningún tipo de control. Su liberación, accidental o
simplemente porque sus dueños no pueden cuidar de ellas, no trae buenas
consecuencias. En la mayoría de los casos el animal muere y en los casos que
sobreviven puede suponer una amenaza para nuestras especies.
Desde mi
punto de vista, esto no debería haber ocurrido, de
alguna manera el ver y observar a estas llamativas aves despierta mi interés
además de alegrarme los paseos por los parques de la ciudad, pero se deberían
tomar medidas para limitar sus poblaciones. Creo, aunque no estoy seguro, de
que hay programas, para eliminar sus voluminosos nidos, que en ocasiones pueden
desprenderse y pone en peligro a
viandantes y vehículos, también al parecer se esterilizan individuos, dos
métodos que recortan su capacidad reproductora.
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