Con la
llegada del otoño, los humanos nos sentimos más deprimidos, debido a la
terminación de nuestras vacaciones o quizás, a que cada día que pasa, la noche
va ganando horas al sol, poco a poco y minuto a minuto, además de la bajada de
la temperatura.
Seguramente
para la fauna que nos rodea el otoño es un tiempo de abundancia y temperaturas
suaves. Con su llegada la hierba vuelve a brotar después del reseco y cálido
verano e infinidad de frutos maduran tanto silvestres como cultivados. Además
no solo es importante la gran variedad de frutos, sino que también es importante la riqueza nutritiva que
estos frutos tienen, pues son los más dulces y concentrados, haciéndolos
atractivos para una gran variedad de aves y mamíferos que encuentran en ellos
un gran aporte energético que acumulan en forma de grasa que les ayudarán a
pasar el duro invierno.
En otoño
muchas aves de las que aquí criaron se marcharan a África, pero recibiremos un
importante número de aves del norte y
centro de Europa, unas para quedarse y otras continuarán su camino más al sur, encontrando al llegar una despensa llena de alimentos.
Tan
importante es la variedad y riqueza de estos frutos que muchas especies
cambiarán sus hábitos alimenticios, así pues, muchos pájaros insectívoros
complementarán su dieta durante estos
meses con moras, higos o uvas. Los
mamíferos se aprovecharán de estos recursos y como no, también los insectos se
llevarán una gran parte de este preciado botín.
No en todos
sitios estos frutos maduran a la misma vez ya que dependerá de la climatología
de cada lugar e incluso habrá sitios en que unos determinados frutos sean
habituales mientras que otros serán raros.
Todos los
datos que aquí doy están recogidos
en las sierras turolenses, entre
los 950 a 1100 metros de altitud sobre el nivel del mar, o sea, un clima bastante frío que hace que todos los
frutos en general maduren más bien tarde.
Las moras (Rubus) son uno de los primeros frutos que maduran en el
otoño, se pueden encontrar desde finales de verano hasta finales de octubre o incluso principios de
noviembre, todo depende de las lluvias o el frío que haga. Son consumidas
por muchos pájaros y algún que otro
mamífero.
Los higos (Ficus carica) maduran a la vez que las moras y también
entran a formar parte de la dieta de las
aves y mamíferos, pero además son muy visitados por insectos. En la secuencia de fotos se puede apreciar como dípteros y heminópteros se alimentan habitualmente de los dulces higos.
Las bayas del saúco (Sambucus nigra) también son del agrado de muchas
aves.
Las endrinas (Prunus spinosa), aunque de sabor muy áspero, hasta que
maduran, luego son muy dulces y hasta el hombre
las usa para hacer pacharán.
También los frutos del rosal silvestre entran en la dieta de muchas
especies, diseminando sus semillas al no ser digeridas por el sistema
digestivo.
De la familia de las rosaceae al igual que los rosales silvestres tenemos al majuelo o espino albar (Crataegus) que dan como fruto
las majuelas que son un excelente alimento para muchos pájaros en esta época.
A principios de mes de octubre los frutos del azarollo (Sorbus
domentica) son prácticamente incomestibles
por su aspereza y acidez, habrá que esperar a que el otoño avance y las
azarollas tengan el aspecto de pasadas para que se puedan consumir.
Las aves, zorros y tejones encuentran en las uvas (Vitis vinífera) un
importante complemento para su dieta.
Las frutos del almez (Celtis australis), están constituidos por un
gran hueso recubierto de una fina piel, sin apenas pulpa pero que resulta ser
de sabor tan dulce que hasta el hombre
lo consume.
Muchas aves son capaces de romper la cáscara de las almendras (Prunus
dulcis) para obtener el nutritivo fruto, sobre todo las variedades de cáscara blanda. También jabalíes, roedores y zorros son
capaces de acceder a la preciada almendra cuando esta ha caído al suelo.
A mediados de otoño la verde y gruesa capa que protegía a la nuez
mientras se formaba, va secándose y desprendiéndose del fruto.
Una vez que las nueces han caído al suelo a veces ayudadas por el
viento, es cuando más al alcance de la fauna están.
Pero sin duda alguna el árbol mejor adaptado al duro entorno de estas
sierras, es la carrasca (Quercus ilex ballota), subespecie de encina adaptada a
condiciones más duras y con menos porte que esta y que en Aragón cubre grandes
superficies, produciendo importante cantidades de bellota, que son la base
alimenticia de muchas especies tales como jabalíes, roedores, palomas
torcaces y otras aves.
Las larvas de muchos insectos encuentran
en las bellotas su alimento y que a su vez gran parte de estas son consumidas por especies
insectívoras, pasando a formar parte de la cadena trófica.
Si sentimos
curiosidad por saber si todos estos frutos forman parte de la dieta de la fauna
solo hace falta observar a las especies. Si nos escondemos debidamente junto a
una viña, un zarzal o en cualquier lugar donde haya frutos maduros podremos ver como los estorninos, por
ejemplo, dan buena cuenta de las uvas, y también a currucas y a otras aves
insectívoras las sorprenderemos comiendo moras o picoteando higos. Pero aunque
no podamos verlas comer, podemos deducir de que se compone su dieta observando
los excrementos que encontremos por el campo.
El consumo
de estos frutos por parte de la fauna beneficia notablemente a las especies que
los producen, pues gracias a estos consumidores sus semillas sin digerir son
repartidas por un amplio territorio, y hasta el caso de las semillas que son
totalmente destruidas al ser digeridas, como pueden ser las almendras, nueces y
bellotas, pueden también sacar provecho, pues muchas especies, como pueden ser
aves o roedores tienen como costumbre almacenarlas en despensas bajo tierra, y
que en ocasiones, por diversas circunstancias no son todas consumidas,
germinando muchas de ellas y dando origen a nuevos ejemplares. Cumpliendo así dos objetivos que las especies
tienen: uno de ellos colonizar nuevos territorios y el otro nacer lejos del
árbol materno y del resto de las semillas que ha producido para no entrar en
competencia.
A la izquierda excremento de zorro depositado en lo alto de una mata,
costumbre habitual de esta especie, en ella se puede observar, rodeada con un
círculo rojo una semilla de uva entre otras muchas. Rodeado con un círculo
verde algo que a simple vista es imposible de identificar, pero con un ligero
análisis sobre el terreno, a la izquierda podemos comprobar que se trata de piel
sin digerir de una pequeña ciruela recubriendo su hueso tal y como se ve en la
foto, también se aprecian las pieles de las uvas e incluso algún pelo de
mamífero, posiblemente de roedor o algún conejo.
En esta ocasión el festín del zorro ha sido a base de moras, se puede deducir por el color de sus heces y los gránulos que corresponden a las semillas.
Los higos son tragados con tal voracidad por los zorros que no pierden
tiempo ni tan siquiera en masticarlos, digiriendo tan sólo su pulpa y expulsando
semillas y pieles como se puede apreciar en la ampliación de la foto a la
derecha.
También las aves delatan su dieta por el color de sus excrementos, los
colores morados corresponde a frutos como moras o bayas de saúco, en este caso
depositado sobre una piedra, pero es muy común que las deyecciones se esparzan
por las hojas de los árboles o arbustos de que se alimentan.
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