(Turdus merula)
El mirlo
común, perteneciente al orden de los
paseriformes y a la familia de los turdidae es cada vez más fácil de ver en los
parques de nuestras ciudades. Aunque el hábitat con el que más se le relaciona
sean los sotos, ocupa cualquier espacio con vegetación arbustiva y espesa, se
le puede encontrar en los bordes de bosques o en lindes y ribazos poblados de
zarzas, con unas pocas le basta para establecerse y ubicar su nido entre la
espesura.
En campo
abierto se muestra muy desconfiado y huidizo, resultando difícil su
observación, pues en el momento que detecta nuestra presencia huye con un vuelo
bajo y emitiendo un estridente sonido
ocultándose en la espesura de los matorrales, generalmente zarzas, donde a veces
deja que nos acerquemos a pocos metros de distancia de él, siempre y cuando no
establezcamos contacto visual, pues si este se produce volverá a dar otro vuelo
bajo y desaparecerá. Sin embargo, en los parques de las ciudades se muestra más
confiado pudiéndose ver como busca comida entre el césped. Según mis
observaciones puedo decir que siempre busca los rincones más apartados de los
parques, teniendo preferencia por los lugares con más penumbra, donde se le ve
posado sobre el suelo ignorando por completo a las personas. Allí permanecerá
sin huir a no ser que nos salgamos de
los marcados caminos que bordean la vegetación e invadamos su terreno.
Su
alimentación sobre todo en época de cría es a base de insectos, sintiendo
predilección por las lombrices y caracoles. Se le acusa de causar daños en la
agricultura, posiblemente porque se le confunde con el estornino debido a que
ambos tienen el plumaje negro. Ante esta acusación hay que decir que aunque complementa su dieta con frutos, sus hábitos solitarios o en pareja en época de cría no
causan los graves daños que pueden ocasionar las grandes bandadas de estorninos
que caen sobre los árboles cuando la fruta está a punto de ser cosechada.
El macho presenta un color negro brillante con pico y anillo ocular
amarillos en época de cría.
La hembra y los jóvenes visten un plumaje negro
grisáceo salpicado de manchas blancas
Los hábitos de cría en las ciudades los desconozco, ya que nunca me he
topado con un nido de mirlo en ningún parque. Si que he podido observar varios
nidos en pleno campo. El nido de la foto fue realizado en menos de una semana,
detrás de la casa de pueblo en la que paso algunos fines de semana, en un lugar
donde eran antiguos corrales y que ahora están destinados a zona de recreo. La
hembra lo ubicó en una parra junto a un rosal trepador. Lo descubrí mientras la
hembra compactaba el hueco interior del nido, en ese instante tanto ella y yo
quedamos igualmente sorprendidos, nos quedamos mirándonos unos breves instante,
yo totalmente inmóvil hasta que la hembra levantó el vuelo, seguidamente
abandone el lugar y evite molestarla lo menos posible, tan solo por la noche encendía
la luz de la ventana que estaba junto al nido, pero a pesar de tomarme todas
estas molestias no pude evitar que el nido fuera abandonado.
Mejor suerte corrió este nido que fue ubicado en la bifurcación de las
ramas de un almendro, situado en el ribazo de un campo de cereal. Tanto el nido
anterior como este estaban fabricados de la misma manera, con ramitas, hierbas
y en su interior hierbas aglutinadas con barro, formando una estructura muy
sólida.
El hecho de llevar la cámara siempre que es posible, cuando uno sale al campo
tiene su recompensa, en esta ocasión pude captar la nidada del mirlo cuando dos de sus pollos acababan de nacer.
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