miércoles, 20 de noviembre de 2013

EL MIRLO COMÚN

(Turdus merula)


El mirlo común, perteneciente  al orden de los paseriformes y a la familia de los turdidae es cada vez más fácil de ver en los parques de nuestras ciudades. Aunque el hábitat con el que más se le relaciona sean los sotos, ocupa cualquier espacio con vegetación arbustiva y espesa, se le puede encontrar en los bordes de bosques o en lindes y ribazos poblados de zarzas, con unas pocas le basta para establecerse y ubicar su nido entre la espesura.
En campo abierto se muestra muy desconfiado y huidizo, resultando difícil su observación, pues en el momento que detecta nuestra presencia huye con un vuelo bajo y emitiendo  un estridente sonido ocultándose en la espesura de los matorrales, generalmente zarzas, donde a veces deja que nos acerquemos a pocos metros de distancia de él, siempre y cuando no establezcamos contacto visual, pues si este se produce volverá a dar otro vuelo bajo y desaparecerá. Sin embargo, en los parques de las ciudades se muestra más confiado pudiéndose ver como busca comida entre el césped. Según mis observaciones puedo decir que siempre busca los rincones más apartados de los parques, teniendo preferencia por los lugares con más penumbra, donde se le ve posado sobre el suelo ignorando por completo a las personas. Allí permanecerá sin huir a no ser  que nos salgamos de los marcados caminos que bordean la vegetación e invadamos su terreno.
Su alimentación sobre todo en época de cría es a base de insectos, sintiendo predilección por las lombrices y caracoles. Se le acusa de causar daños en la agricultura, posiblemente porque se le confunde con el estornino debido a que ambos tienen el plumaje negro. Ante esta acusación hay que decir que aunque  complementa su dieta con frutos, sus hábitos solitarios o en pareja en época de cría no causan los graves daños que pueden ocasionar las grandes bandadas de estorninos que caen sobre los árboles cuando la fruta está a punto de ser cosechada.


El macho presenta un color negro brillante con pico y anillo ocular amarillos en época de cría.


La hembra y los jóvenes visten un plumaje negro grisáceo salpicado de manchas blancas



Los hábitos de cría en las ciudades los desconozco, ya que nunca me he topado con un nido de mirlo en ningún parque. Si que he podido observar varios nidos en pleno campo. El nido de la foto fue realizado en menos de una semana, detrás de la casa de pueblo en la que paso algunos fines de semana, en un lugar donde eran antiguos corrales y que ahora están destinados a zona de recreo. La hembra lo ubicó en una parra junto a un rosal trepador. Lo descubrí mientras la hembra compactaba el hueco interior del nido, en ese instante tanto ella y yo quedamos igualmente sorprendidos, nos quedamos mirándonos unos breves instante, yo totalmente inmóvil hasta que la hembra levantó el vuelo, seguidamente abandone el lugar y evite molestarla lo menos posible, tan solo por la noche encendía la luz de la ventana que estaba junto al nido, pero a pesar de tomarme todas estas molestias no pude evitar que el nido fuera abandonado.



Mejor suerte corrió este nido que fue ubicado en la bifurcación de las ramas de un almendro, situado en el ribazo de un campo de cereal. Tanto el nido anterior como este estaban fabricados de la misma manera, con ramitas, hierbas y en su interior hierbas aglutinadas con barro, formando una estructura muy sólida.




El hecho de  llevar la cámara siempre que es posible, cuando uno sale al campo tiene su recompensa, en esta ocasión pude captar la nidada del mirlo  cuando dos de sus pollos acababan de nacer.

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