El Ebro es
el río más caudaloso de la Península Ibérica y uno de los más largos. Desde su
nacimiento hasta que llega a Zaragoza recoge aguas de la Cordillera Cantábrica,
lugar donde nace. Por su margen izquierda los ríos que drenan los Pirineos
aportan gran caudal de agua, mientras que por su margen derecha lo hacen aquellos
que discurren por el Sistema Ibérico. Esta amplia cuenca hace que al llegar a
Zaragoza, el Ebro cuente con un
importante caudal que además se incrementará en la misma ciudad, con la
desembocadura de dos ríos, el Gállego por la margen izquierda y el Huerva por
la derecha. Por supuesto el Ebro seguirá recibiendo agua de sus ambas márgenes
hasta su desembocadura en el Mediterráneo.
En una de
mis entradas, EL MEANDRO DE RANILLAS, ya describí la parte anterior del tramo que
trato en esta, y que separé porque considero que son notablemente diferentes.
En este
tramo quedan sus riberas encajonadas por los edificios e infraestructuras de la
ciudad. En su margen derecha, el casco
antiguo, después de dejar atrás el barrio de la Almozara. A su izquierda
instalaciones deportivas náuticas y parques separan las abundantes edificaciones de los barrios que se empezaron a crear hace poco
más de dos décadas, a pesar de entrar en un tramo urbano no por ello pierde su
biodiversidad, pudiendo observar desde su orillas un variado número de aves,
destacar los andadores que se han construido en sus orillas desde los cuales
los zaragozanos y visitantes pueden pasear y mantener un estrecho contacto con
el río.
Estas gaviotas patiamarillas (Larus michahellis) fueron fotografiadas
desde la margen derecha, junto al puente de Piedra. Rodeado con un círculo rojo
el cadáver de un cormorán, lo que nos confirma su carácter oportunista, puesto
que estas aves son capaces de alimentarse de todo lo que encuentran, peces,
basuras o carroñas como en este caso.
En el mismo tramo que observamos a las gaviotas, también podemos ver
al cormorán grande (Phalacrocorax carbo) ambas aves se las puede ver con
facilidad y en un importante número
desde hace algunos años, hecho que no deja de sorprenderme puesto que en mi
mente las relaciona más con medios
marinos que con medios fluviales.
Al igual que sucedía en el meandro de ranillas, aquí también el ánade
azulón (Anas platyrhychos) cría y es muy
abundante además de ser muy dócil y manso, carácter que denota su cruce con los
patos domésticos.
Estos dos ejemplares de pato con plumaje a medio camino entre el
silvestre y el doméstico, ratifican el cruce entre ambos.
Cada vez es más frecuente el martinete (Nycticorax nycticorax) sobre
todo en las orillas e isletas que se
forman bajo el puente del Pilar, conocido como puente de Hierro, lugar donde
incluso anida entre los entramados carrizos.
Más abundante que los martinetes y que otras ardeidas, es la garceta
común (Egretta garcetta) que se la puede ver a lo largo de todo el tramo del
río.
Otras aves menos ligadas directamente a los medios acuáticos también saben
sacarle partido a este entorno, y encuentran en los árboles de
sus riberas el hábitat ideal, en este caso el bellísimo jilguero.
No solo sus
aguas y sus riberas son aprovechadas por la fauna, también las abundantes construcciones humanas en este tramo del río, tales
como puentes o muros de contención, son aprovechadas por numerosas aves como posaderos o lugar
para instalar sus nidos .
Como si se trataran de auténticos acantilados fluviales, las paredes
del Puente de Piedra, son utilizadas por las palomas como posaderos.
También es habitual sorprender sobre estos muros a la grajilla (Corvus
monedula)
Muy parecido a los vencejos, aunque estos de la familia de los
hirundinidae y no de la apodidae como los anteriores, los aviones zapadores
anidan en los huecos de los muros de contención del río.
Como
podemos ver, el Ebro está plagado de vida en este tramo urbano, pero no siempre
ha sido así, pues recuerdo cuando por sus aguas sumamente sucias y turbias
bajaban todo tipo de desechos que producían las ciudades, desde sus vertidos,
hasta muebles, vehículos e incluso cadáveres de animales de granja, por no
hablar de los vertidos incontrolados que se hacían desde los distintos
polígonos industriales que crecían a sus márgenes.
No cabe
duda alguna que desde la construcción y puesta en funcionamiento de las
depuradoras de la Almozara (1989) y La Cartuja (1993) y posiblemente otras
muchas más fuera del área de Zaragoza han contribuido a la mejora en la calidad
de sus agua y por consiguiente a propiciar el aumento y desarrollo de la vida.
Las viejas instalaciones que
recogían los vertidos de la ciudad y desembocaban en el río han quedado
clausuradas por las llamadas chapetas, que tan solo entran en funcionamiento en
caso de lluvias siendo este el único agua que vierten al río, muy distinto era
años atrás donde las aguas residuales eran vertidas sin control miles de peces se congregaban para
alimentarse de todo tipo de materia orgánica, estos peces solían ser barbos o
carpas pues eran los únicos capaces de aguantar tan altos niveles de
contaminación.
Buenas Manuel. Le van a salir telas de arañas al blog, ¿cuando le soplas el polvo?.
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