Si hay un
momento propicio para hablar de las coles, es sin duda alguna el invierno.
Cultivo por excelencia invernal aguanta las bajas temperaturas que en muchas de
nuestras regiones se alcanzan llegando a soportar varios grados bajo cero, sin
que les afecte lo más mínimo.
Su cultivo
puede cambiar significativamente dependiendo de la región en la que se cultive. Yo las cultivo en un clima interior y
muy frío, en las sierras de Teruel a 1000 metros de altitud donde su
plantación comienza a mediados de Julio y se prolonga durante el mes de Agosto
y Septiembre. Hay que tener en cuenta que cuando lleguen los fuertes fríos las
plantas deben estar ya desarrolladas, pues en estas zonas su crecimiento se
detiene por completo cuando las heladas aparecen. No sucede lo mismo en las
huertas de Zaragoza, situadas en la ribera del Ebro a 200 metros de
altitud y donde su siembra se puede realizar durante todos los meses de otoño e
incluso invierno.
Para un huerto familiar lo mejor es plantarlas en pequeñas cantidades
y espaciando su plantación cada quince días, así iremos cosechándolas poco a
poco. Aún así, si las altas temperaturas se prolongan hasta el invierno es
posible que algunas plantas se nos suban perdiendo parte de la cosecha. Como se
puede ver en la foto las lombardas llevan unos días de desarrollo cuando
plantamos las coliflores en el surco de delante.
Agradecen
que la tierra este bien abonada, en mi caso que me gusta la agricultura
ecológica, suelo incorporar a la tierra estiércol, generalmente de oveja
mezclado con abundante paja y si es posible bien compostado. La tierra
permanecerá húmeda durante el desarrollo de las plantas dándole los riegos
necesarios, aunque en regiones norteñas de la cornisa Cantábrica y Atlántica con abundantes precipitaciones
apenas es necesario su riego.
Aparte de
su cultivo lo que más me llama la atención, es la gran cantidad se variedades
que se dan y sobre todo la enorme diferencia que hay entre ellas, de unas se
consume sus hojas, se otras sus flores, unas son verdes otras tienen colores
morados, etc.
Siendo que
todas ellas pertenecen a una misma especie,
cada una es una variedad o
subespecie distinta, que en algún tiempo tuvieron un antepasado común y que
gracias a la selección, en este caso artificial, ha sido llevada por la
mano del hombre, consiguiendo variedades tan dispares, no solo en su forma,
sino que también en con distintos
sabores, texturas y adaptadas a distintas climatologías.
El repollo (Brassica oleracea
viridis) o también se la conoce por el nombre de col rizada, es la más común
y la variedad más antigua que se cultiva
en la zona donde yo vivo. Conviene consumirlas después de que hayan soportado
alguna helada pues así pierden el fuerte sabor que caracteriza a las coles.
Similar a la anterior hay una variedad de hoja lisa, sus
características en la cocina son
parecidas aunque hay gustos para todo. Las hojas más blancas se comen crudas en ensalada.
La lombarda (Brassica oleracea capitata) con
hojas lisas y forma muy similar a las anteriores se diferencia de ellas por
tener un color morado, por lo que se le conoce también con el nombre de "col
morada". El responsable de que tenga este color es un pigmento llamado
antocianina y que también está presente en las hojas y frutos de otros
vegetales que tienen tonos rojizos, azulados o morados.
La coliflor (Brassica oleracea botritis) muy diferente a las demás,
pues de esta no se consumen sus hojas, sino que consume las flores todavía sin desarrollar que forman una gran
pella.
Además de las típicas coliflores blancas existen variedades de color
verde como esta, e incluso otras de color morado.
El brócoli o brécol (Brassica oleracea itálica) que al igual que la
coliflor se consumen sus cabezas
florales que son de color verdes.
La col romanesco o romanescu, al parecer se utilizan los dos
términos, es una col de extrañas formas, de la cual se podría decir que es una
planta ornamental en vez de una hortaliza. Su cultivo es muy reciente ya que al
parecer se trata de un híbrido de coliflor con brócoli que se realizó no hace
mucho tiempo. No hace ni tan siquiera veinte años que vi el primer
ejemplar en el mercado.
Existen
muchas más variedades de col que se dan en otros lugares y que apenas conozco
sus características, pero si nos acercáramos por ejemplo a Galicia que es un lugar
óptimo para su cultivo podríamos encontrar otras variedades como es la de asa
de cántaro, berzas forrajeras destinadas a alimentar al ganado y otras de doble
uso que se destinan tanto, a la alimentación humana como a la de animales domésticos.
Además de la satisfacción de recoger esta excelente cosecha, el consumo de todas estas variedades nos
aporta numerosos beneficios para nuestro organismo, e incluso al parecer nos protege
contra diversos tipos de cáncer.
Aunque en la cocina siempre hay alguien que las desprecia,
posiblemente por su característico olor, tengo que decir que debidamente
condimentadas son excelentes, estando presente en muchos de los platos
tradicionales de nuestras regiones.
El fuerte sabor de las coles se minimiza después de que haya soportado
las heladas invernales.
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