viernes, 4 de abril de 2014

LA COTORRA ARGENTINA

(Myiopsitta monachus)


Aunque ya hace más de dos décadas que se conoce la existencia de la cotorra argentina en libertad en algunas ciudades de la Península Ibérica, ha sido precisamente en estos últimos veinte años cuando ha experimentado una mayor expansión, siendo cada año que pasa más abundante.
Pertenece a la familia de las psittacidae, y su distribución original no es exclusivamente Argentina, como su nombre indica. También está distribuida por Brasil, Paraguay, Uruguay y  por varios países de Sudamérica. En la actualidad su distribución parece ser que se ha ampliado por América del Norte y otros países del sur de Europa a parte de España.

Las causas de tan amplia y rápida conquista de nuevos territorios de esta psittacida, no han sido por méritos propios, sino que ha sido llevada a cabo de la mano del hombre. Importada años atrás como animal de compañía, pasó de su estado cautivo a la libertad. En unas ocasiones de forma accidental, al escapar de sus jaulas y  en otras de forma deliberada, al no querer sus dueños hacerse cargo de ellas.



Posiblemente pocos podrían pensar que este ave con aspecto tropical pudiera llegar a tener el éxito que ha tenido en su nuevo medio. Pero una vez en libertad y con el número suficiente para crear unas pocas parejas el aumento de esta especie es imparable, pues cuenta con todos los elementos necesarios para reproducirse con éxito, en un medio sin predadores y un clima templado al que se ha adaptado sin ningún problema.



Otro factor importante de su éxito es su facilidad para adaptarse a cualquier alimento vegetal, pues como explicaba en una entrada anterior  "En la base de la pirámide ecológica urbana" dedicada a los recursos que la ciudad ofrecía a la fauna, no hay una sola planta que no sucumba a su pico, pues aprovecha hojas, frutos, brotes tiernos y semillas en cualquier estado de maduración.



Si en cautividad su alimentación está basada en semillas y granos, con algún aporte de frutas y verduras, en su nuevo hábitat es capaz de comer casi cualquier cosa, siendo habitual ver como yemas, brotes, hojas y frutos de  árboles o arbustos entran a formar parte de su dieta quedando totalmente  desfoliados. Hay quien asegura que incluso nidadas de pequeños pájaros forman parte de su dieta, aunque yo no he observado nunca este comportamiento, se podría esperar cualquier cosa de este ave tan oportunista.



No solo su adaptación a la alimentación y al clima templado han contribuido a su éxito, también su longevidad, en cautividad puede superar ampliamente los 20 años, en su medio natural es de suponer que estos años se reducirán algo, pero en sus nuevos medios, sin predadores, puede ser que su vida se aproxime a la que goza en cautividad. He de suponer que tal longevidad dotará a las parejas de una capacidad reproductiva durante muchos años, que junto con el hecho de ser capaces de poner en cada puesta un máximo de 8 huevos e incluso hay quien asegura que pude llegar a los 11 huevos, además de  realizar varias puestas consecutivas a lo largo del periodo reproductor, nos hace pensar que estamos ante un ave invasora, un tanto peligrosa capaz de competir en alimento, espacio e incluso podría estar depredando sobre pequeñas aves autóctonas.



Sus nidos son estructuras de ramas entrelazadas pudiendo formar colonias de varios nidos en un mismo árbol y en los árboles cercanos. Estos nidos llegan a adquirir grandes dimensiones, dependiendo del número de parejas que lo formen, pues tienen el hábito de formar nidos comunitarios con varias entradas para cada una de las parejas que lo componen. En la imagen los nidos están construidos sobre un plátano y en la imagen anterior sobre una palmera. 



 Aunque hay datos que dicen que las cotorras tienen cierta preferencia por unos determinados árboles dependiendo de la ciudad en que habitan, en Zaragoza, se pueden observar nidos de estas aves en cualquier árbol, siendo plátanos los más habituales y también como en este caso en álamos. 







 Lo cierto es que el único requisito para elegir donde ubicar sus colonias es que el árbol que la sustente tenga la suficiente altura para que se sientan seguras, como este pino que alberga dos voluminosos nidos.



Hasta en los estrechos cipreses forman sus enormes plataformas.



Una vez que una pareja ha ubicado su nido es cuestión de tiempo que las nuevas parejas consolidadas se les unan para formar sus colonias formando nuevos nidos o ampliando los ya construidos por las parejas anteriores, aportando intensamente más ramas.



Viendo esta imagen uno podría pensar que esta en algún lugar de Sudamérica, pero lo cierto es que cada vez es más frecuente el observar un gran número de estas aves en nuestros parques.

Quizás al ver el gran número de aves foráneas que están invadiendo nuestro territorio, nos haga recapacitar en las consecuencias que lleva el importar especies para usarlas como mascotas, sin ningún tipo de control. Su liberación, accidental o simplemente porque sus dueños no pueden cuidar de ellas, no trae buenas consecuencias. En la mayoría de los casos el animal muere y en los casos que sobreviven puede suponer una amenaza para nuestras especies.
Desde mi punto de vista, esto no debería haber ocurrido, de alguna manera el ver y observar a estas llamativas aves despierta mi interés además de alegrarme los paseos por los parques de la ciudad, pero se deberían tomar medidas para limitar sus poblaciones. Creo, aunque no estoy seguro, de que hay programas, para eliminar sus voluminosos nidos, que en ocasiones pueden desprenderse y  pone en peligro a viandantes y vehículos, también al parecer se esterilizan individuos, dos métodos que recortan su capacidad reproductora.

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