jueves, 20 de febrero de 2014

HÁBITOS INVERNALES DE LAS AVES

Si diéramos marcha atrás una, dos o quizás tres décadas y nos pusiéramos a observar la fauna de estos años pasados, enseguida  nos daríamos cuenta de que las aves que pasan con nosotros el invierno nada tienen que ver con las que lo pasan en los tiempos actuales.
Está claro que a lo largo de la historia de las especies, sus formas y, por supuesto, también sus hábitos han cambiado para conquistar, expandirse y adaptarse a nuevos  espacios.
Para alguien como yo que descubrí la naturaleza de manos de las historias  y refranes que oía contar a mis abuelos y a la gente mayor del medio rural, y posiblemente aprendidas a su vez de sus abuelos. En las que describían una avifauna  claramente emigrante, sedentaria o invernal, me resulta sorprendente el brusco cambio de los hábitos de las aves, que seguro  se han producido desde siempre, pero de una manera paulatina y tan lenta que  era imperceptible para el hombre.

Detrás de estos cambios sin duda alguna esta la mano del hombre, que con sus actividades ha cambiado  considerablemente el entorno. Entre las causas se apunta al cambio climático, a la abundancia de recursos que encuentra la fauna en los basureros y que entra a formar parte de la cadena alimenticia de numerosas especies, también cierto cambio en las actividades industriales y agrícolas pueden influir.



En el norte de la Península así como en lugares montañosos de gran altitud (en la imagen sierra turolense), los hábitos de las aves apenas han cambiado. En estos parajes, incluso las aves sedentarias realizan pequeños desplazamientos hacia zonas más bajas y abrigas cuando las condiciones atmosféricas son desfavorables.



Pájaros tan pequeños y con una dieta principalmente insectívora como las currucas cabecinegras (Sylvia melanocephala) permanecen fieles a sus territorios durante todo el año. Es sorprendente su metabolismo, que a pesar de pesar unos pocos gramos son capaces de mantener constante su temperatura corporal durante los fríos invernales, obteniendo las calorías que necesita de los escasos insectos generalmente en estado de pupa, también a veces larvas y adultos, que encuentra entre las ramas y cortezas de árboles y arbustos o en el suelo, complementando su dieta con las poca bayas que han quedado del otoño.



Lavandera blanca caminando sobre la lámina de hielo de un estanque artificial. Cuando se dan las circunstancias  que además de que la nieve lo cubre todo y las aguas superficiales se hielan, impidiendo el acceso no solo al alimento, sino también al agua en estado líquido, es en estos casos cuando las aves sedentarias se ven obligadas a realizar pequeños desplazamientos a lugares ligeramente más abrigados. Si son sorprendidos en medio de un temporal con condiciones  extremas y prolongadas en el tiempo muchos de estos pequeños pajarillos morirán.



Las lavanderas blancas  sedentarias e invernantes, llamadas también en muchas de nuestras regiones pajaritas de las nieves, nombre que se les daba porque años atrás  hacían acto de presencia cuando en el norte y centro de Europa se producían duros temporales. Su presencia se asociaba a bajadas de temperatura y fuertes nevadas.
En los últimos años sus hábitos han cambiado, siendo abundante y muy frecuente en las ciudades todo el año, durante el día se las puede ver solas o en grupos de unos pocos individuos buscando comida. A la puesta del Sol se reúnen en grupos más o menos numerosos para dirigirse a sus dormideros.



Las lavanderas cascadeñas, más ligadas al agua y más solitarias suelen permanecer fieles durante el invierno a cualquier curso de agua por pequeño que sea, hasta la llegada de la primavera, momento en que formará pareja y construirá su nido en torno al medio acuático.



El herrerillo común, aunque es sedentario,  en invierno es cuando más se deja ver.



Otro párido  al igual que el herrerillo también es sedentario y que podemos ver en invierno es el carbonero. Es frecuente que estos pájaros visiten los comederos artificiales que durante la estación fría se colocan en jardines y ventanas, hábito que podemos aprovechar para observarlos de cerca.



Durante el periodo invernal es frecuente que la población de petirrojos aumente debido a que a los nacidos en estas tierras se les sumen ejemplares del norte de Europa, amante de los arbustos con maleza espesa, se le puede ver en salir de ella en sus rápidos y cortos vuelos para atrapar algún insecto, para inmediatamente después refugiarse de nuevo entre la vegetación. Como vimos en un tema anterior (En la base de la pirámide ecológica) también aprovecha algunas bayas  y se acerca a comer, junto a otros pájaros, las olivas que producen los olivos de los parques. En torno a estos olivos se pueden congregar uno pocos individuos, aunque sin formar un grupo, pues lo normal es que apenas se toleren unos a otros.



En invierno los pinzones vulgares son abundantes y fáciles de ver que en la época de cría, pues recibimos grandes bandadas de ellos, sobre todo en años en que se producen olas de grandes fríos en Europa. Aunque el ejemplar de la foto está rodeado de una importante escarcha, seguro que estas condiciones medio ambientales son mejores que las gélidas regiones del norte de Europa.




Sobre estos almendros una bandada de escribanos al anochecer. También los fringílidos, gorriones y otros pájaros forman bandadas en las cuales se integran, ocasionalmente, ejemplares de varias especies, que permanecerán juntos hasta que se fornen las nuevas parejas en primavera. Mantenerse cohesionados les ofrece ventajas a la hora de buscar comida y defenderse de posibles predadores.






Para comprobar los cambios en las costumbres migratorias de aves, que mejor ejemplo que este mapa que aparece en una guía editada en 1983, y que durante muchos años la he considerado muy fiable. Es de la distribución de la abubilla, el  color rojo nos indica su área de nidificación, mientras que la estrecha franja azul, que corresponde aproximadamente con las Cordilleras Béticas y Penibética, sería su área de invernada.






En muchas de nuestras regiones el canto de la abubilla anunciaba el final de las fuertes heladas y era utilizado por muchos agricultores como referencia para iniciar el trasplante de algunas hortalizas sensibles al frío.
El ejemplar de esta imagen fue fotografiado a finales del mes de noviembre, en la periferia de la ciudad de Zaragoza. Durante todo el mes de diciembre en la misma zona se le pudo observar (doy por hecho que era el mismo ejemplar), no es un caso aislado, ni ninguna sorpresa para los ornitólogos que al parecer ya llevan algunos años viendo  este tipo de comportamientos en estas y otras aves.








Hay un refrán que dice “por San Blas la cigüeña verás, y si no la vieres año de nieves” este refrán hacía referencia al hábito emigrante de la cigüeña, siendo una de las primeras aves en llegar a sus territorios de cría, puesto que llegaban aproximadamente el 3 de febrero, día de San Blas y que tan sólo impedía su llegada para estas fechas los fuertes temporales de nieve.
Tan sólo hace falta darse un paseo en pleno invierno por aquellos lugares donde abunde  la cigüeña para darse cuenta de que aquellos  refranes ya no sirven en la actualidad. Esta cigüeña fue fotografiada en un frío día de intensa niebla de mes de diciembre y temperaturas con temperaturas negativas, lo que nos demuestra que no es el frío la principal causa de que las aves emigren (exceptuando fuerte temporales extremos), sino la falta de recursos, lo que las impulsa a emprender sus viajes.

Todas estos datos son una pequeña muestra de mis observaciones, hechas en mi tiempo libre, podría haber ampliado el tema mucho más, hablando de otra muchas especies que aparecen ocasionalmente durante los invierno, bien de paso o bien se establecen aquí durante algunos días o incluso meses, como pueden ser rapaces o aves pelágicas que aparecen en pequeños cursos de agua. También en mis ocasionales paseos por el campo he podido oír el canto de la codorniz en pleno invierno aunque jamás he podido fotografiar a ningún  individuo, aunque la presencia de estos ejemplares al parecer tienen una dudosa procedencia, puesto que se especula con la posibilidad que sean ejemplares procedentes de la suelta de individuos con fines cinegéticos o incluso de la  hibridación de estos con ejemplares salvajes. No obstante estos temas son sumamente complejos para un naturalista aficionado, por lo tanto  dejaremos que sean biólogos, ornitólogos y demás científicos afines a estos temas, que con sus trabajos de anillamiento y seguimiento de ciertos ejemplares portadores de GPS nos aporten datos asombrosos. Aunque tengo que lamentar que faltan medios para difundir  estos complejos estudios.




viernes, 7 de febrero de 2014

LA HIEDRA (Hedera helix) A contracorriente.

Si pasamos junto una hiedra durante la primavera o verano, poco o nada nos llamará la atención puesto que apenas contrasta con el color verde de otras plantas. Si pasamos junto a ella en invierno quizás destaque sobre el resto de las plantas que la rodean, pues a diferencia de muchas de ellas la hiedra conserva sus hojas verdes durante todo el año incluido el invierno. Pero es en el otoño cuando esta planta destaca sobre todas las demás, puesto que florece durante los meses de septiembre y octubre, justo cuando ninguna planta lo hace, excepto pequeñas plantas de porte herbáceo que aprovechan las suaves temperaturas otoñales para ultimar su ciclo reproductivo antes de que lleguen los fríos invernales.
Es pues una planta con un gran interés ecológico, no pasando desapercibida durante su floración, ya que a su alrededor se congregan infinidad de insectos, llegando a ser tan alta su concentración que hace que en su mayoría abejas choquen contra nuestros cuerpos al pasar por caminos bordeados de hiedras.
Pertenece a la familia de las araliaceae, y como otras muchas plantas se ha utilizado con fines medicinales, posiblemente exagerando sus propiedades curativas, aunque al parecer algunas partes de ella tienen  propiedades expectorantes y beneficiosas para el aparto respiratorio. También se ha utilizado para usos externos en forma de decocciones o cataplasmas, aplicadas sobre la piel.

 El único uso que yo he visto que se le haya dado a sus hojas es de callicida, aunque hace tiempo de eso creo  recodar que su  uso era efectivo. En cuanto al uso interno de esta planta dudo que  hoy en día se le  dé, al menos sin prescripción de un especialista, puesto que es tóxica.  





La hiedra es una planta trepadora que se adhiere a las paredes, subiendo por ellas en busca de la luz. Es curioso que presenta dos formas, como se ve en la imagen mientras escala por las paredes sus hojas presentan lóbulos, cuando la hiedra no encuentra soporte al que agarrarse toma forma de arbusto con tallos más consistentes y sus hojas pierden sus lóbulos, siendo sus bordes lisos, es en esta parte donde aparecen las flores y posteriormente sus frutos.



Cuando no encuentra paredes de piedra hechas por el hombre, las paredes de roca le sirven de soporte. Se puede observar que sus tallos pueden convertirse en gruesos troncos.




 También es frecuente que se aferre al tronco de los árboles, trepando por ellos para alcanzar la luz del Sol. Con el paso del tiempo la hiedra va prosperando mientras que el árbol se va asfixiado hasta que muere.



En los primeros meses del otoño,  cuando apenas quedan flores en el campo pero abundan las hiedras,  las abejas encuentran una inagotable fuente de alimento para llenar su colmena de miel.



Además de abejas, la abundante floración de la hiedra atrae a cientos o quizás miles de  insectos de diferentes especies, como avispas, moscas, tábanos y algunos de tan singular belleza como el que se ve en la imagen.



Sus verdes frutos en forma de baya, que van engordando a lo largo del otoño.




Las bayas alcanzan la madurez a principios del invierno tomando un color morado negruzco, en este momento es cuando son más apetecibles para las aves, a las que no afecta su toxicidad. Si bien al principio del otoño su polen y néctar ofrecía alimento a  los insectos, cuando las flores escaseaban, ahora sus bayas alimentan a las aves justo cuando los frutos otoñales se han agotado.



 Pero los cierto es que su valor ecológico no acaba, en la producción de flores y bayas cuando ninguna otra especie vegetal lo hace, sino que además sus hojas perennes ofrecen un tupido refugio durante el invierno a gran cantidad de aves, y sobre todo cuando  forma grandes masas vegetales.





Los tallos trepadores no reproductivos poseen unas raicillas capaces de adherirse a cualquier soporte.



Las paredes de piedra son uno de los soportes más favorecedores para la hiedra. Las raíces de sus tallos se aferran a sus rugosidades  e introduciéndose entre piedra y piedra. son capaces a través de sus juntas   de traspasar el muro invadiendo su cara opuesta.








Existen variedades ornamentales, traídas en ocasiones de lugares muy lejanos que adornan parques y jardines, la de la foto tiene el borde de las hojas blancas, mientras que el centro conserva el intenso color verde.




Otras  variedades de hiedra, también utilizadas con fines ornamentales, tienen hábitos rastreros, siendo capaces, si se les deja, de cubrir grandes superficies de tierra.