Si diéramos
marcha atrás una, dos o quizás tres décadas y nos pusiéramos a observar la fauna
de estos años pasados, enseguida nos
daríamos cuenta de que las aves que pasan con nosotros el invierno nada tienen que ver con las que lo pasan en los tiempos actuales.
Está claro
que a lo largo de la historia de las especies, sus formas y, por supuesto, también sus hábitos han cambiado para conquistar, expandirse y adaptarse a
nuevos espacios.
Para
alguien como yo que descubrí la naturaleza de manos de las historias y refranes que oía contar a mis abuelos y a
la gente mayor del medio rural, y posiblemente aprendidas a su vez de sus
abuelos. En las que describían una avifauna claramente
emigrante, sedentaria o invernal, me resulta sorprendente el brusco cambio de
los hábitos de las aves, que seguro se
han producido desde siempre, pero de una manera paulatina y tan lenta que era imperceptible para el hombre.
Detrás de
estos cambios sin duda alguna esta la mano del hombre, que con sus actividades
ha cambiado considerablemente el
entorno. Entre las causas se apunta al cambio climático, a la abundancia de recursos que encuentra la fauna en los basureros y que entra a formar
parte de la cadena alimenticia de numerosas especies, también cierto cambio en
las actividades industriales y agrícolas pueden influir.
En el norte de la Península así como en lugares montañosos de gran altitud
(en la imagen sierra turolense), los hábitos de las aves apenas han cambiado.
En estos parajes, incluso las aves sedentarias realizan pequeños
desplazamientos hacia zonas más bajas y abrigas cuando las condiciones
atmosféricas son desfavorables.
Pájaros tan pequeños y con una dieta principalmente insectívora como
las currucas cabecinegras (Sylvia melanocephala) permanecen fieles a sus territorios durante todo el año. Es sorprendente su metabolismo, que a
pesar de pesar unos pocos gramos son capaces de mantener constante su
temperatura corporal durante los fríos invernales, obteniendo las calorías que
necesita de los escasos insectos generalmente en estado de pupa, también a veces larvas y adultos, que encuentra
entre las ramas y cortezas de árboles y arbustos o en el suelo, complementando su dieta con
las poca bayas que han quedado del otoño.
Lavandera blanca caminando sobre la lámina de hielo de un estanque
artificial. Cuando se dan las circunstancias que además de que la nieve lo
cubre todo y las aguas superficiales se hielan, impidiendo el acceso no solo al
alimento, sino también al agua en estado líquido, es en estos casos cuando las
aves sedentarias se ven obligadas a realizar pequeños desplazamientos a lugares
ligeramente más abrigados. Si son sorprendidos en medio de un temporal con
condiciones extremas y prolongadas en el
tiempo muchos de estos pequeños pajarillos morirán.
Las lavanderas blancas sedentarias e invernantes, llamadas
también en muchas de nuestras regiones pajaritas de las nieves, nombre que se
les daba porque años atrás hacían acto
de presencia cuando en el norte y centro de Europa se producían duros
temporales. Su presencia se asociaba a bajadas de temperatura y fuertes
nevadas.
En los últimos años sus hábitos han cambiado, siendo abundante y muy
frecuente en las ciudades todo el año, durante el día se las puede ver solas o
en grupos de unos pocos individuos buscando comida. A la puesta del Sol se
reúnen en grupos más o menos numerosos para dirigirse a sus dormideros.
Las lavanderas cascadeñas, más ligadas al agua y más solitarias suelen
permanecer fieles durante el invierno a cualquier curso de agua por pequeño que
sea, hasta la llegada de la primavera, momento en que formará pareja y
construirá su nido en torno al medio acuático.
El herrerillo común, aunque es sedentario, en invierno es cuando más
se deja ver.
Otro párido al igual que el herrerillo también es sedentario y que podemos ver
en invierno es el carbonero. Es frecuente que estos pájaros visiten los
comederos artificiales que durante la estación fría se colocan en jardines y
ventanas, hábito que podemos aprovechar para observarlos de cerca.
Durante el periodo invernal es frecuente que la población de
petirrojos aumente debido a que a los nacidos en estas tierras se les sumen
ejemplares del norte de Europa, amante de los arbustos con maleza espesa, se le
puede ver en salir de ella en sus rápidos y cortos vuelos para atrapar algún
insecto, para inmediatamente después refugiarse de nuevo entre la vegetación.
Como vimos en un tema anterior (En la
base de la pirámide ecológica) también aprovecha algunas bayas y se acerca a comer, junto a otros pájaros,
las olivas que producen los olivos de los parques. En torno a estos olivos se
pueden congregar uno pocos individuos, aunque sin formar un grupo, pues lo
normal es que apenas se toleren unos a otros.
En invierno los pinzones vulgares son abundantes y fáciles de ver que
en la época de cría, pues recibimos grandes bandadas de ellos, sobre todo en
años en que se producen olas de grandes fríos en Europa. Aunque el ejemplar de
la foto está rodeado de una importante escarcha, seguro que estas condiciones
medio ambientales son mejores que las gélidas regiones del norte de Europa.
Sobre estos almendros una bandada de escribanos al anochecer. También los fringílidos, gorriones y otros pájaros forman
bandadas en las cuales se integran, ocasionalmente, ejemplares de varias especies, que
permanecerán juntos hasta que se fornen las nuevas parejas en primavera. Mantenerse
cohesionados les ofrece ventajas a la hora de buscar comida y defenderse de
posibles predadores.
Para comprobar los cambios en las costumbres migratorias de aves, que
mejor ejemplo que este mapa que aparece en una guía editada en 1983, y que
durante muchos años la he considerado muy fiable. Es de la distribución de la
abubilla, el color rojo nos indica su
área de nidificación, mientras que la estrecha franja azul, que corresponde
aproximadamente con las Cordilleras Béticas y Penibética, sería su área de
invernada.
En muchas de nuestras regiones el canto de la abubilla anunciaba el
final de las fuertes heladas y era utilizado por muchos agricultores como
referencia para iniciar el trasplante de algunas hortalizas sensibles al frío.
El ejemplar de esta imagen fue fotografiado a finales del mes de
noviembre, en la periferia de la ciudad de Zaragoza. Durante todo el mes de
diciembre en la misma zona se le pudo observar (doy por hecho que era el mismo
ejemplar), no es un caso aislado, ni ninguna sorpresa para los ornitólogos que
al parecer ya llevan algunos años viendo este tipo de comportamientos en estas y
otras aves.
Hay un refrán que dice “por San
Blas la cigüeña verás, y si no la vieres año de nieves” este refrán hacía
referencia al hábito emigrante de la cigüeña, siendo una de las primeras aves en
llegar a sus territorios de cría, puesto que llegaban aproximadamente el 3 de
febrero, día de San Blas y que tan sólo impedía su llegada para estas fechas
los fuertes temporales de nieve.
Tan sólo hace falta darse un paseo en pleno invierno por aquellos
lugares donde abunde la cigüeña para
darse cuenta de que aquellos refranes ya no sirven en la actualidad. Esta cigüeña fue fotografiada en un frío día de intensa niebla de mes de diciembre y
temperaturas con temperaturas negativas, lo que nos demuestra que no es el frío
la principal causa de que las aves emigren (exceptuando fuerte temporales
extremos), sino la falta de recursos, lo que las impulsa a emprender sus
viajes.
Todas estos
datos son una pequeña muestra de mis observaciones, hechas en mi tiempo libre,
podría haber ampliado el tema mucho más, hablando de otra muchas especies que
aparecen ocasionalmente durante los invierno, bien de paso o bien se establecen
aquí durante algunos días o incluso meses, como pueden ser rapaces o aves pelágicas
que aparecen en pequeños cursos de agua. También en mis ocasionales paseos por
el campo he podido oír el canto de la codorniz en pleno invierno aunque jamás
he podido fotografiar a ningún individuo,
aunque la presencia de estos ejemplares al parecer tienen una dudosa
procedencia, puesto que se especula con la posibilidad que sean ejemplares
procedentes de la suelta de individuos con fines cinegéticos o incluso de
la hibridación de estos con ejemplares
salvajes. No obstante estos temas son sumamente complejos para un naturalista
aficionado, por lo tanto dejaremos que
sean biólogos, ornitólogos y demás científicos afines a estos temas, que con sus trabajos de anillamiento y seguimiento de ciertos ejemplares
portadores de GPS nos aporten datos asombrosos. Aunque tengo que lamentar que
faltan medios para difundir estos complejos estudios.